jueves, 23 de julio de 2020

LA REBELION DE LA DANZA

Ojo tuerto explora las maravillas de la danza. Esta vez en compañía de Gary, director de la Academia de Danza  SOY BOLIVIA
 


miércoles, 15 de julio de 2020

EL CISNE NEGRO

Ojo tuerto presenta una visión del cisne negro tratando de comprender las relaciones de la oscuridad y la luz, del mal y del bien, de la ingenuidad y la perversidad.


viernes, 19 de junio de 2020

OJO TUERTO RADIO


El movimiento musical y cultural  UNDEGROND  EN BOLIVIA... Una breve reseña, escúchalo por Ojo tuerto Radio








miércoles, 17 de junio de 2020

“No queda más remedio que vivir, solo vivir”



METAMORFOSIS VIOLENTA DE LA LUCHA POLÍTICA

“La violencia es un método, es un entrar y salir, pero en absoluto es un fin”

Javier

Mientras las pantallas de televisión se salpican de sangre, o las portadas de los diarios muestran sonrisas sardónicas y mientras las radios describen, con voces tormentosas, paisajes apocalípticos, niños, mujeres y ancianos mueren de hambre y frio tratando de encontrar un lugarcito en el mundo para vivir en paz, un lugarcito que aparentemente está cercado por las tropas financiadas por intereses privados, no decimos nada porque de esa “tierra prometida” los separa un gran abismo.

No cabe la menor duda que las luchas por el control del poder son irreconciliables y se definen sólo con la derrota de uno de los contendientes. Otro aspecto que debe llamarnos la atención es que la historia nos ha mostrado la dura realidad de las disputas sociales por el control del poder, que se traducen en el uso de la violencia y se concretizan en guerras civiles con trascendencias internacionales, son más punzantes  cuando su eje fundamental se teje con argumentos “democráticos”.

Clausewitz  parece tener la razón cuando sostiene en su texto “Sobre la guerra” que "la guerra es la prolongación de la política por otros medios"[1], puesto que la política a la que lamentablemente se le ha atribuido distintas definiciones, parece representar una secuencia de pensamientos y acciones intencionadas para imponer el pensamiento y estructura social de una clase dominante.En ese sentido, y siguiendo a Carl Von Clausewits, está claro que “la guerra constituye, por tanto, un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad.”[2]

Por entre sus intersticios, estos planteamientos exudan en determinados entornos y contornos, razonamientos sobre la realidad material: la guerra es la expresión más violenta de las relaciones de poder. Una lucha implacable de dominio geopolítico, ideológico y territorial (lucha de ideas por el dominio de riquezas) puesto que la guerra es un patrimonio singular de la humanidad que surge precisamente en aquel periodo en que aparece el excedente económico, lo que muestra que el fin último de las contiendas bélicas es el control de las riquezas económicas; y como la naturaleza es la fuente de toda riqueza acumulable en forma de mercancía, mercancía convertible en plusvalía y, por lo tanto, en capital. Entonces. Jacob Bronowski parece mostrarnos esta verdad y señala con claridad que “la guerra, la guerra organizada, no es un instinto humano. Es una forma de robo altamente planificada y coordinada”[3]

Y está claro que entre las riquezas más disputadas en la era industrial y el comercio, como los contextos  para la adquisición de riquezas y acumulación de capitales, son los recursos y fuentes de energía como el petróleo. Entonces, advertimos que no es casual que las intervenciones armadas más violentas y descarnadas de las potencias oligárquicas del mundo sucedan precisamente  en la región de los países más ricos en yacimientos hidrocarburíferos y materias primas para sus fábricas.

Y en esta circunstancia de guerra como la estamos entendiendo,  de enfrentamiento de dos fuerzas por el control geopolítico, territorial e ideológico, y con la transversalización política, encontramos una secuencia dialécticamente relacionada con Alain Elías quien define la estrategia como “el choque de las fuerzas de dos voluntades opuestas para resolver un conflicto […], pero éste no queda resuelto ni con la quiebra moral ni con la parálisis del aparato militar del enemigo […], esto queda resuelto solo una vez que el enemigo se ha transformado políticamente y se realiza como un ser fraternal”[4].

Entonces podemos concluir que los movimientos de una guerra se realizan de acuerdo a una definición  elaborada, de un enfrentamiento concebido y proyectado para lograr la victoria, para alcanzar el objetivo final. Las circunstancias y articulaciones, sus textos y pretextos se definen tomando en cuenta los entornos políticos nacionales e internacionales, las fuerzas humanas y militares, las razones y sinrazones ideológicas.

Pero las guerras que nos abaten actualmente no son guerras convencionales, son guerras de la era de las tecnologías y el poco esfuerzo humano, de ataques teledirigidos. Son guerras que operan en las mentes, en rostros mediáticos y acciones encubiertas, son guerras donde cae primero la verdad y se encumbran los miedos.

Cultura del miedo

“Que venzamos el miedo, que vivamos sin su permiso, sin sus normas y sin su hegemonía. Esa es la cuestión.”

 

Salvador López Arnal

Las calacas tienen un no sé qué, pero lo tienen. Eso qué  te pone a temblar solo con verlas. Las cuencas de sus ojos ausentes y su sonrisa desdentada, pero eterna parecen hacer burla de las reacciones que provocan. Eso que produce una reacción nerviosa en el cuerpo que se llama miedo.

El miedo es la reacción natural a lo desconocido, pero ¿qué clase de miedo es tan brutal que puede movilizar o inmovilizar a naciones enteras? No hay duda que es el miedo político.

A lo largo de la historia, la moral combativa ha sido una cuestión militar de vital importancia para los más destacados estrategas y líderes militares, por lo tanto la labor de elevarla en los combatientes propios y reducirla en la de los enemigos es una tarea ineludible en la estrategia de guerra.

En ese marco se ha desarrollado una amplia teoría sobre la denominada guerra psicológica. Los militares han desarrollado entre sus manuales de guerra las denominadas operaciones psicológicas desarrolladas para sembrar el miedo entre grupos sociales y movimientos políticos contrarios al modelo dominante de construcción económica y política. Aaron Delwiche plantea que  cuando un propagandista previene a los miembros de su audiencia que un desastre sobrevendrá si no siguen  un particular curso de acción, está usando una técnica de terror[5], está sembrando el miedo y el miedo es la peor arma, contrae el alma e inmoviliza el cuerpo.

Está claro, entonces, que el terrorismo es un tipo especial de violencia, que no es lo mismo que un asesinato vulgar y silvestre, que es un acto consciente y planificado de intimidación. Pero tampoco es lo mismo una amenaza individual que una acción de intimidación colectiva, o un asesinato por venganza que un crimen colectivo o sabotaje con objetivos políticos.

En resumidas cuentas las operaciones psicológicas desarrolladas por el Pentágono, como las emisiones de radio Martí desde Miami hacia territorio cubano, enmarcan perfectamente en un tipo de violencia destinado a sembrar terror para debilitar fuerzas enemigas.

El terrorismo ha sido utilizado como argumento para desarrollar actividades bélicas, intromisión en los asuntos internos de los Estados y países, hasta invasiones como los perpetrados por el imperio yanqui en Panamá, en Irak, Libia, Afganistán o las constantes operaciones militares del ejército israelí en los territorios de Palestina, hasta llegar a presenciar las acciones de la oposición política en Venezuela o las actividades históricamente entreguistas, antinacionales y abiertamente traidoras  de la derecha reaccionaria de nuestra Bolivia.

Pero, a partir de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, la campaña mediática impulsada por los Estados Unidos y los Estados imperialistas de Europa han etiquetado a varias organizaciones políticas y varios países en el mundo con el mote de “terroristas”, y han impuesto la consigna de que todos los Estados deben  desplegar acciones pertinentes para liberar al mundo de los “malvados” y de que el terrorismo (particularmente el terrorismo internacional respaldado por algunos estados) es una plaga incubada y diseminada por los enemigos de la propia humanidad.

 En esa maraña propagandística, que llama a la acción generalmente violenta, el Pentágono ha definido el terrorismo como “el uso calculado de la violencia o la amenaza de emplearla para alcanzar fines de naturaleza política, religiosa o ideológica […] mediante la intimidación, la coerción o la inoculación del miedo.”[6]

Entendiendo esta definición, con todas sus limitaciones e intencionalidades prejuiciosas, nos queda la duda razonable sobre si las acciones violentas de las oposición venezolana, la campaña propagandística de los medios que ha apuntalado la destitución “leguleya” del gobierno de Dillma Roussef en Brasil y  las declaraciones agoreras de la derecha boliviana, parapetados en medios de comunicación, tienen componentes terroristas o no; y si lo tienen como debe ser la respuesta a estas.

Las formas de la guerra han mutado.

las armas siembran fuego en distintos espacios y está claro que a las balas y a las cañoneras preceden luchas político ideológicas; ahora somos víctimas de lo que se llama Guerra de cuarta generación. En esta guerra los objetivos ya no son los ejércitos en exclusiva, sino que las víctimas son la población en general con la premisa de que si  “destruyes las bases sociales, destruirás su potencia de lucha y resistencia”.

La estrategia imperialista de dominación, hasta la guerra de Vietnam y el surgimiento de procesos revolucionarios armados centrados en la guerrilla como método de lucha, se centraba en la intervención militar directa (hasta seria tediosos hacer una lista de lo países intervenidos por Estados Unidos). Peo su derrota en Vietnam los orilló a replantear su línea militarista: en esa ignominiosa experiencia comprobaron que la potencia d fuego, por sí misma, no garantiza la victoria, “descubrieron” que existen factores políticos e ideológicos y concluyeron que los sectores civiles son también un  campo de batalla.

Los uniformes militares dieron paso a otro tipo de agentes de dominación, aparecieron sociólogos, antropólogos, hasta politólogos que llevaron a laboratorios académicos las problemáticas generadas por las subversiones sociales, principalmente en América latina. Su objetivo: encontrar quien o que puede neutralizar a quien y profundizaron lo que ya dijimos se conoce como guerra de cuarta generación.

La punta de lanza de las guerras de cuarta generación son las operaciones psicológicas desarrolladas, en sus inicios, por el Comité de Información Pública creada por el presidente Wilson de Estados Unidos. “La misión principal de la guerra psicológica es bajar la moral y disminuir la eficacia del soldado enemigo en el campo de batalla”: así se definió la guerra psicológica desde las instituciones ideológicas militares de Estados Unidos.

Es precisamente aquí (esto no debiera sorprendernos) donde se despliega estratégicamente la acción propagandística de los opuestos irreconciliables a través los medios de comunicación. Pero la actividad de estos agentes publicitarios no podría, en modo alguno, ser eficaz sin la organización y la definición de pasos concretos-tácticos.

Pero, como detener las balas con el pecho es un acto de heroísmo traspapelado entre el ego e individualismo político, en estas batallas políticas los primeros proyectiles son descargados por baterías de medios de comunicación que cual armamento pesado son enfilados por los actores de las guerras, a veces trágicos, a veces tenebrosos, pero siempre desalmados.   

En medio de ese fuego cruzado se encuentra la población civil, que más temprano que tarde, deberá asumir posición puesto que el mismo instinto de conservación que, en términos políticos se transfigura en conciencia para sí, hace es que nos alberguemos de determinadas trincheras. Para entonces la lucha se hace masiva.

Entonces, en cualquier periódico que leamos, cualquier radio que sintonicemos o canal televisivo que veamos, distinguimos con una claridad irrefutable lo que llamamos ideología de la tergiversación que, por supuesto, no es nueva, sino que alcanzó su punto más alto con la imposición del neoliberalismo y que generó una devastación ideológica en grandes sectores de la sociedad y los pueblos a partir de la caída del muro de Berlín y la desarticulación del bloque socialista.

Como buitres, entonces, se lanzaron en picada para tomar por asalto los restos dejados, político los confabulados que lucharon toda su vida para devastar los avances populares y declararon un mundo unipolar, traspapelaron la iconografía simbólica de las luchas políticas: organizaciones partidarias reaccionarias empezaron  marchar con banderas rojas, macharon con canciones revolucionarias y osaron hablar en nombre del pueblo. Este fue un batacazo brutal que, sumado a la ideología de la tergiversación que llamaba terroristas a los revolucionarios, calificaba de apátridas a los luchadores sociales y perseguía a líderes de izquierda con el argumento de desestabilizadores, germinaron un corriente de desorientación política y una falta de identificación social e ideológica.

Así pues, convirtieron algunas técnicas de a comunicación e verdaderos misiles políticos de desidentificación con el entorno propio.

La redundancia publicitaria mutó en lo que se conoce como alto tráfico, que a fuerza de reiteración y desdibujar las verdades sociales logra desarticular y movilizar a grande sectores sociales hacia posiciones de oposición a los procesos de liberación y reivindicaciones laborales. Los ideólogos de la derecha ya no aparecen como dirigentes partidarios, sino como analistas a partidarios para mostrar escenarios  y eventos fatalistas.

Los masmedia muestran su verdadera cara de instrumentos de dominación de sus propietarios, los mismos que responden a intereses políticos y económicos de grupos que han visto en riesgo sus prerrogativas.

No es raro, a estas alturas (así lo han anunciado muchos teóricos comunicólogos), presenciar la emergencia de líderes mediáticos que se hacen en los estudios de radio, en las salas de redacción de los periódicos o en las islas de edición de la televisión y no en la lucha cotidiana.

“No queda más remedio que vivir, solo vivir”

La práctica de las luchas sociales que ha convertido  los medios de comunicación masiva en verdaderas baterías de artillería ideológica parapetada en trincheras sociales, nos ha demostrado que en la democracia moderna, y la postmodernidad como sistema ideológico, cultural y político, fabricar consenso es un elemento esencial. Esto significa simple y llanamente manipular l opinión pública hasta cierto punto tal que respondan a ciertos intereses, después de todo, para la clase dominante, para los propietarios de los grandes medios de comunicación las masas oprimidas solo son de interés en tanto y cuanto se convierten en amenaza al sistema establecido. En ese preciso instante dejan su objetivo de entretener y educar para manipular.

Sucede pues que comprender la ideología que traen cargadas los medios en poder de la burguesía es solo un primer paso que no tiene sentido alguno si no se convierte en un camino para liberar la noticia, la información, por lo tanto el mensaje contenido en sus discursos comunicativos. Esta liberación de la notica no pasa estricta y exclusivamente por la nacionalización de los grandes medios de comunicación, sino haciendo del pueblo y su gente actores y sujetos centrales del trabajo informativo.

El mensaje adquiere entonces un nuevo sentido, refleja  la práctica social del pueblo, sus luchas y reivindicaciones. Y esto se forma en la escuela de las organizaciones y movimientos sociales.

En definitiva los nuevos contenidos de los medios populares será la praxis social, las luchas populares y, por lo tanto, se convertir en un organizador.

La cancha está rayada pues, sabemos de dónde viene el golpe.

No se trata de defender a ningún partido (que bien podríamos hacerlo); se trata de ser bolivianos, se trata de que somos trabajadores asalariados, generalmente mal pagados, se trata de que entre nosotros viven lo que se conoce como proletarios que no tienen más que su fuerza de trabajo para sobrevivir, se trata de que queremos vivir dignamente y con libertad.

Se trata de recuperar nuestras tradiciones culturales nacionales, se trata de re identificarnos con nosotros mismos y con nuestra historia. En resumidas cuentas se trata de sabernos como sujetos constructores de una sociedad, y puesto que la búsqueda de respuestas no se las encarga a nadie y que, como lo manifestaron ya los fundadores del marxismo, nuestra libertad será obra de nosotros mismos es preciso asumirnos como luchadores sociales dignamente nacidos del pueblo. “Y no es que uno se ponga el parche antes de la herida, pero es que en este país la lengua y la pluma son los regalones de la justicia y los cariños censores que amasan el cuerpo después de tanta querella y leyes dictatoriales. Así que por eso siempre es bueno dejar las cosas en claro, para que quienes se quieran querellar y censuren el libro piensen bien la figura legal que aplicarán para solventar sus acciones”[7].

Entonces solo nos queda vivir, que no es otra cosa que luchar para alcanzar la inmortalidad, que no es otra cosa que entrar en la historia.



[1] Clausewitz, Carl Von; Sobre la guerra, Libro I, Cap. I

[2] Idem

[3] Bronowsli, Jacob; El ascenso del hombre, Ed. Fondo Educativo Interamericano, Bogotá, 1983, Pág. 88

[4] Elías, Alain; Apuntes para una estratega de poder popular, Ed. Horizonte, 1980, Pág. 11

[5] Delwiche, Aaron. Propaganda. http.//Carmen.artsci.washington.edu./propagandacontents.htm.

[6]  US Armi Operational Concept for Terrorism Counteraction. TRADOC Pamphlet núm. 525 – 37. 1984

[7] ANDAMIOS DE A IRA, Ed. La Cópula, Chile, 2000, Pág. 5


viernes, 15 de mayo de 2020

La peor forma de violencia es el silencio impuesto

Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos.
Proverbio judío

A veces, el silencio es la peor mentira.
Confucio

Hay que guardarse bien de un agua silenciosa, de un perro silencioso y de un enemigo silencioso.
Miguel de Unamuno

Mucho de la verborragia política ha discurrido sobre un fenómeno secular en la historia de las luchas por el poder, y contra el poder: el terrorismo.
En ese debate de mutuas acusaciones, derivadas en persecuciones, frecuentemente se ha identificado el terrorismo con el asesinato y la muerte individual o masiva. Se ha andado por este camino para penalizar las diferentes formas de lucha popular. Sin embargo, se ha olvidado que terrorismo significa la dominación del terror, o sea, propagación del terror, del miedo para dominar con mayor facilidad. Esa es una de las tácticas más elaboradas y más aplicadas por el Pentágono y la CIA  en sus actividades punitivas.
Entonces, el terrorismo abarca toda clase de actividad desplegada con el sólo objetivo de sembrar miedo y generar terror en las personas, con tal intensidad que se limiten sus facultades de reacción y autodefensa. Esto, indefectiblemente, conduce a proceso de dominación más inmediato.
El informe de Amnistía Internacional sobre el estado de los derechos humanos en 2007 denuncia que los gobiernos poderosos y los grupos armados están fomentando de forma deliberada el miedo para erosionar estos derechos y crear un mundo cada vez más polarizado y peligroso
Esa línea la han seguido muchos políticos detentores del poder. Muchos gobiernos autoritarios y muchos estados represores. Por eso las sociedades han sentenciado: la primera víctima de una guerra es la verdad. En ese mismo contexto se ha demostrado que se puede engañar a muchas personas durante un tiempo o a una persona durante mucho tiempo, pero resulta del todo imposible engañar a muchas personas durante mucho tiempo.
En un marco periodístico, se plantea que silenciar una noticia, encubrirla, o simplemente decirla a medias para proteger un falso estado de derecho, es terrorismo informativo.
Los gobiernos autoritarios han tenido por objetivo los medios de comunicación, mediante diferentes medidas: 1. Acallamiento físico, 2. Persecución política a periodistas y medios,  3. Legislaciones punitivas contra la libertad de opinión y expresión, y por último, el control de la opinión mediante la cooptación de los periodistas o asumiendo la propiedad de los medios de comunicación.
No es difícil encontrar ejemplos de la aplicación de este tipo de medidas. Solo falta levantar la mirada y dirigirla un poco más allá de la vereda. Y para su constancia, vivimos en Bolivia.
En estos días, cuando en nuestro país se debate sobre el carácter del gobierno, el pueblo se levanta contra un gobierno que detenta el poder. En esta lucha se han producido enfrentamientos de civiles contra el estado y sus fuerzas represivas. El pueblo, desafiando al estado de cuarentena, sigue movilizado para lograr la dimisión de la presidente.
Para ocultar el proceso de convulsión se dictan normas que sancionan la libertad de opinión, en una de las distintas formas de pacificar las pantallas para no generar la repulsa internacional. Desde luego la muerte no genera causa penal si no se informa de ella. El gobierno trata de aplicar esas medidas para no generar el descontento de su propia ciudadanía, la política de limpiar la sangre de las pantallas o pacificar los informativos.
Someter al silencio, evitando que el ser humano denuncie el uso de la violencia en contra suya, es una de las peores formas de violencia. Si la sociedad se entera de la aplicación de algún tipo de violencia contra una persona, esa violencia cesa inmediatamente; pero si la tortura se esconde, esa violencia inhumana puede seguir sin parar hasta provocar la muerte de la víctima, y todo transcurre en la impunidad.
Esto es mucho más grave cuando fuerzas estatales de represión generan violencia contra los pueblos provocando muertos.
Cuando sucede eso, los estados, hasta por instinto tratan de esconder los hechos, para ello tratan de controlar, siempre, los medios de comunicación masiva, hasta la comunicación interpersonal tratando de suprimir la comunicación, acallando las redes sociales

¡Basta de silencios!¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido!
Martin Luther king



jueves, 14 de mayo de 2020

OJO TUERTO RADIO


El folckmetal en el marco del desarrollo histórico de nuestro país,  después de todo un grito de rebeldía de la juventud

jueves, 7 de mayo de 2020

OJO TUERTO RADIO

Seguimos avanzando con la experiencia de Ojo Tuerto en radio, esta vez sobre el arte en los procesos de lucha popular. La experiencia de Leonel Jurado, Muralista popular, durante el proceso de transición violenta del gobierno en Bolivia.


lunes, 4 de mayo de 2020

CON LA PLUMA Y CON EL PLOMO



(Retomemos la ira para volverla esperanza)

Como la muerte anda en secreto
Y no se sabe que mañana
yo voy a hacer mi testamento.
A repartir lo que me falta,
pues lo que tuve ya está hecho,
ya está abrigado, ya está en casa.
Yo voy a hacer mi testamento,
Para cerrar cuentas cerradas.

(Silvio Rodríguez - Testamento)


El odio es una canción mal hecha; ¿y el amor? El amor es otra cosa, el amor es un canto desesperado a la vida, no importa el timbre de la voz, no importa la entonación y, peor aún, no importa el volumen ni el ritmo, el amor amigo mío es un canto desesperado a la vida; en cambio la canción hecha protesta, la canción que acompaña las luchas del pueblo, es la más humana.
La belleza del arte en general está en que muestra la realidad sin más adornos que la puritita verdad.
“Me han preguntadónico muchas persónicas
Si peligrósicas para las másicas
son las cancionicas agitadóricas”.

Esos versos que son parten de la Mazuria Modernita, escrita por Violeta Parra entre 1964 y 1965, muestran las contradicciones de una sociedad que se dice moderna, pero que arrastra consigo las taras, las trabas y prejuicios de un modelo capitalista de acumulación y distribución de bienes de consumo.
Una cosa es cierta, como existen diversas concepciones filosóficas de la realidad, también existen mentises y criterios estéticos para determinar la calidad y belleza de la música.
Otra cosa cierta es que todos los pueblos que toman conciencia de su propia historia, todos esos países que consecuentes con su gente, en alguna etapa de su constitución como nación, de su reconocimiento como pueblo protagonista en primera persona de su historia(al cual a veces denominamos periodo revolucionario con el objetivo de darle relevancia histórica), han concurrido a los habitáculos del arte y a la iluminación de las musas para narrar sus procesos de lucha.
Con la lírica, desde los cantos épicos, hasta la construcción de versos menos elaborados, no por eso menos artísticos y bellos, los poetas, cantores y músicos han evidenciado la férrea unidad del ser humano a la política en el empeño de consolidar una formación identitaria, o sea de identificarse con un medio cultural, con un colectivo humano y un espacio territorial, y con ello traer la idea de nación.
La cagada es que existe otra canción, otros cantantes que exprofesamente buscan adormecer la conciencia de sus oyentes, que pretenden sacarlos de la realidad, hacerles olvidar su propia vida de dolores y alegrías para meterlos en el mundo vacío de la moda y la diversión sin sentido
Y, aunque la tendencia general parece convertir a la música en mercancía para generar beneficios económicos, los artistas, los verdaderos artistas, que han decido cantar comprometiéndose con su realidad han construido una vertiente de arte revoltoso, revulsivo, ideológico. Horacio Guaraní expresa esta certidumbre y nos recuerda que:
“Cuando el pueblo se calle
Nosotros los cantores
Con la guitarra en alto
Saldremos por las calles.
Con un fusil de cantos
Haremos las tribunas
Para que el pueblo grite
Para que el pueblo cante.
Nosotros los cantores
Venimos desde abajo
Con la vergüenza a cuesta
En la voz y en la sangre”.

Aunque algunos estudiosos dicen que la música de protesta tiene sus orígenes en la década de los setenta, los cierto es que desde que hay gente empobrecida luchando por sus propias reivindicaciones y derechos han existido poetas que han acompañado a su pueblo.
Sea como fuere que le llamen, esa música de protesta, esa canción social ha roto todos los esquemas predeterminados sobre la estética. Ha rebasado ese cliché de música culta que desprecia a lo popular. Ha avanzado por casi todos los géneros y estilos musicales.
Significa, entonces, que lo culto o inculto o popular en la música son clasificaciones superficiales puesto que, como dice Isabel Parra, “Para cantar de improviso se precisa buen talento, memoria y entendimiento”
Esta música social o de protesta, desde que ha aparecido no desapareció, aunque hubo quien declarara que han muerto bajo los escombros del muro de Berlin; estos artistas se han adaptado, se han diversificado: de la canción popular de Oscar Alfaro y Nilo Soruco, por ejemplo, pasando por la influyente presencia de la trova Cubana, los jóvenes han abrazado la protesta, lo social y combativo desde el punk rock, el heavy rock, hasta llegar al hip hop.
Desde luego lo folklórico y hasta autóctono no se han dejado estar y han reivindicado la cultura de los pueblos; como muestra recodamos al grupo Ñandamañachi de Ecuador que con toda lucidez nos muestra el despojo cultural y la instrumentalización antropológica de las culturas originarias de nuestra América en su tema la Marcha; Sangre Minera, de Bolivia, quienes en su magnífica obra también titulada Sangre minera nos cuenta la trágica existencia de los mineros.
Así pues, hemos aprendido que la lucha no es lucha sin una buena dosis de alegría. Aunque nos inviten a olvidar las penas y disfrutar de las fiestas y como este no es un estudio sesudo recuerdo una canción antigua se Silvio Rodríguez.
“Te doy una canción y hago un discurso
Sobre mi derecho a hablar.
De doy una canción con mis dos manos,
Con las mismas de matar.
Te doy una canción y digo patria,
Y sigo hablando para ti.
Te doy una canción como un disparo,
Como un libro una palabra, una guerrilla,
Como doy el amor.

Con todo y eso, bebiendo los “vinanchos” junto a Horacio Guaraní quien nos hiciera escuchar la verdad gritada a voces de que si se calla el canto calla la vida, tarareándole a la vida seguiremos el ritmo de la vida y la rebeldía.

LOS JUEGOS DEL HAMBRE






Azarosos días arrastramos a cuestas. Los días parecen más oscuros que las noches de luna nueva, y esperamos la luna llena para que los lobos, insumisos luchadores y solidarias mesnadas salgan por fin. Vivimos a merced de las armas del ejército, vivimos a merced de “influencers”, y vivimos a merced de los intereses económicos y políticos de una clase dominante sin alma.

Llevamos semanas en cuarentena. Muchos se confinaron con miedo a la muerte, otros con esperanza de sobrevivir. En pleno encierro, las noticias llegadas de China, concretamente de la ciudad de Wuhan, incrementaban nuestras esperanzas… China estaba derrotando al coronavirus y levantaba la cuarentena paulatinamente. Pero los índices de la mortalidad en nuestro país son la segunda más alta del mundo, y las tasas de recuperación son las más bajas, a pesar de ello las autoridades ya ni se conduelen. Algo traman, diría la gente que sobrevive la cuarentena.

Cuando los índices de incremento de contagios, o la curva de la pandemia, como la llaman, sigue en franca escalada (primero el incremento era de uno en uno, ahora es de cien en cien), el Gobierno de Jeanine Añez decide flexibilizar la cuarentena, flexibilización que, conociendo la idiosincrasia del boliviano promedio, será un levantamiento velado de la cuarentena.

El viento corre por las calles silbando a la soledad, a la soledad de esos pocos que rompen la cuarentena, a la soledad de esos que se confinaron para protegerse y a la soledad de los que esperan por el retorno de la vida en una sala de hospital, la soledad de los que atienden a las víctimas del coronavirus. Pero ¿Que está pasando? Las redes son un verdadero campo minado por donde, si caminas sin precaución, te salpica sangre. La discusión política ha caído a tan bajo nivel que transita por las rutas del simple insulto, la mentira y la tergiversación. 

Este endemoniado virus ha mostrado todas las miserias del ser humano. Los datos dicen que el virus en Bolivia tiene un índice de mortandad de 5% , por lo tanto escuchar al ministro de salud quien declara que todos nos infectaremos y lo único que el estado puede hacer es organizar los contagios para no colapsar los hospitales. Eso solo implica que también planifican para no colapsar los cementerios. Si aceptamos que todos nos infectaremos porque el virus no se ira en un mes, estamos aceptando que el 5% de nuestra población muera. ¿Entonces, de qué valió la tortura de encerrarnos por un mes?

Otro dato, el Tribunal Electoral ha propuesto un rango de fechas para realizar las elecciones presidenciales y en concordancia con eso el congreso ha aprobado una ley que le da al TSE para realizar las elecciones. Sin embargo, la presidenta de “transición” está demandando la nulidad de esa ley con el argumento de que es contraproducente para la protección de la salud. Las dudas. Si se puede flexibilizar la cuarentena para que la gente vaya a trabajar y lo transportistas empiecen a ganar, ¿por qué no se puede ir a votar? Si la presidenta no quiere elecciones mientras el coronavirus este presente, eso significa que le conviene la prolongación de las infecciones. Mientras más dure la pandemia más estará en el gobierno. ¿Qué podemos pensar entonces?

Tercero, Beni y Oruro mantuvieron un silencio epidemiológico de modo que parecían ser ejemplo mundial de disciplina en la cuarentena, pero en menos de una semana las infecciones han explotado a punto de convertirse, en el caso de Beni, en uno de los departamentos con mayor índice de infección; esto tomando en cuenta la relatividad del índice de crecimiento de la curva con la población. ¿Qué pasó? Ahora resulta que La Paz esta con un índice demasiado bajo, ¿Qué sucederá? Pies está claro que La Paz será la primera en flexibilizar la cuarentena y si el rumor de que se están ocultando datos reales de la pandemia es cierto, en dos semanas la pandemia en La Paz y Cochabamba serán incontrolables.

Así estamos, así vivimos y así moriremos. Se ha perdido el respeto por la vida, se violenta con facilidad la dignidad de las personas, a tal punto que mucha gente, supuestamente creativas y emprendedoras quieren utilizar el momento para engordar sus cuentas bancarias.







sábado, 2 de mayo de 2020

OJO TUERTO RADIO

ARTE Y REALIDAD

El arte, como dijera algún conocido muralista boliviano, es un arma de lucha, una trinchera de defensa.
Ojo Tuerto Radio transmitimos  por la red EL EDITORIAL DEL TELETIPO  y Radio San Andrés,  FM 97.6
En esta oportunidad realizamos un ensayo literario sobre el arte... Escúchenlo


martes, 21 de abril de 2020

El miedo en las guerras



Que venzamos el miedo, que vivamos sin su permiso,
sin sus normas y sin su hegemonía. Esa es la cuestión.” 
salvador López Arnal



Las calacas tienen un no sé qué, pero lo tienen. Eso qué  te pone a temblar solo con verlas. Las cuencas de sus ojos ausentes y su sonrisa desdentada, pero eterna parecen hacer burla de las reacciones que provocan. Eso que produce una reacción nerviosa en el cuerpo que se llama miedo.
El miedo es la reacción natural a lo desconocido, pero ¿qué clase de miedo es tan brutal que puede movilizar o inmovilizar a naciones enteras? No hay duda que es el miedo político.
A lo largo de la historia, la moral combativa ha sido una cuestión militar de vital importancia para los más destacados estrategas y líderes militares, por lo tanto la labor de elevarla en los combatientes propios y reducirla en la de los enemigos es una tarea ineludible en la estrategia de guerra.
En ese marco se ha desarrollado una amplia teoría sobre la denominada guerra psicológica. Los militares han desarrollado entre sus manuales de guerra las denominadas operaciones psicológicas desarrolladas para sembrar el miedo entre grupos sociales y movimientos políticos contrarios al modelo dominante de construcción económica y política. Aaron Delwiche plantea que  cuando un propagandista previene a los miembros de su audiencia que un desastre sobrevendrá si no siguen  un particular curso de acción, está usando una técnica de terror[1], está sembrando el miedo y el miedo es la peor arma, contrae el alma e inmoviliza el cuerpo.
Está claro, entonces, que el terrorismo es un tipo especial de violencia, que no es lo mismo que un asesinato vulgar y silvestre, que es un acto consciente y planificado de intimidación. Pero tampoco es lo mismo una amenaza individual que una acción de intimidación colectiva, o un asesinato por venganza que un crimen colectivo o sabotaje con objetivos políticos.
En resumidas cuentas las operaciones psicológicas desarrolladas por el Pentágono, como las emisiones de radio Martí desde Miami hacia territorio cubano, enmarcan perfectamente en un tipo de violencia destinado a sembrar terror para debilitar fuerzas enemigas.
El terrorismo ha sido utilizado como argumento para desarrollar actividades bélicas, intromisión en los asuntos internos de los Estados y países, hasta invasiones como los perpetrados por el imperio yanqui en Panamá, Een Irak, Libia, Afganistán o las constantes operaciones militares del ejército israelí en los territorios de Palestina, hasta llegar a presenciar las acciones de la oposición política en Venezuela, Brasil o las actividades históricamente entreguistas, antinacionales y abiertamente traidoras  de la derecha reaccionaria de nuestra Bolivia.
Pero, a partir de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, la campaña mediática impulsada por los Estados Unidos y los Estados imperialistas de Europa han etiquetado a varias organizaciones políticas y varios países en el mundo con el mote de “terroristas”, y han impuesto la consigna de que todos los Estados deben  desplegar acciones pertinentes para liberar al mundo de los “malvados” y de que el terrorismo (particularmente el terrorismo internacional respaldado por algunos estados) es una plaga incubada y diseminada por los enemigos de la propia humanidad.
 En esa maraña propagandística, que llama a la acción generalmente violenta, el Pentágono ha definido el terrorismo como el uso calculado de la violencia o la amenaza de emplearla para alcanzar fines de naturaleza política, religiosa o ideológica […] mediante la intimidación, la coerción o la inoculación del miedo.”[2]
Entendiendo esta definición, con todas sus limitaciones e intencionalidades prejuiciosas, nos queda la duda razonable sobre si las acciones violentas de las oposición venezolana, la campaña propagandística de los medios que ha apuntalado la destitución “leguleya” del gobierno de Dillma Roussef en Brasil y  las declaraciones agoreras de la derecha boliviana, parapetados en medios de comunicación, tienen componentes terroristas o no; y si lo tienen como debe ser la respuesta a estas.




[1] Delwiche, Aaron. Propaganda. http.//Carmen.artsci.washington.edu./propagandacontents.htm.
[2]  US Armi Operational Concept for Terrorism Counteraction. TRADOC Pamphlet núm. 525 – 37. 1984

 La aventura radiofónica de Ojo Tuerto continúa, con más ganas, más energía y alguna que otra travesura. Esta vez por radio Nacional de Huan...