La importancia de llamarse “Apenitas”



A veces la vida se asemeja a una mezcla rara de veredas en zigzag y espirales bochornosas.
Danuco sufrió como madre soltera tratando de componer los frenos de su auto modelo 67, y cuando logró arreglarlo suspiró: ¡¡a penitas!!.
El lío no es el suspiro, sino que el “Bolas” lo escuchó y divulgó el hecho con tanta sorna que desde entonces Danuco no es Danuco sino “El Apenitas”; por lo tanto Apenitas come, Apenitas duerme, Apenitas consigue novia y Apenitas se casó
De las cosas vistosas de la vida, llenas de creatividad y no exentas de malicie o morbosidad, la asignación (por no decir imposición), de sobrenombres, apelativos, apodos, motes o como con toda natural simpleza se llama: “la chapa”, es un verdadero portento de genialidad.
La “Chapa” hace referencia, o deviene de alguna característica personal, alguna circunstancia o vivencia.
Los colorines y los coloretes de la vida también dejan huellas indelebles, huellas que suelen ser, porque no, hereditarios.
Jacinto era uno de eso tipos que, sabedor de sus atractivos físicos, se preciaba de cambiar de novias como cuando quiere y con sorna respondía ante la cuestionante de cómo hacía para no embarazar a sus parejas ocasionale:
- El hombre de nuestra época debe conocer los adelantos de la ciencia médica.
Pero un día, sin previo aviso, sucedió que una invitación de matrimonio circulaba por las casas de los amigos de Jacinto sembrando una gran inquietud: ¿Estará embarazada la Sara?, no hay otra explicación para ese matrimonio insospechado.
Jacinto entre risa y risa explicó que en el momento de la verdad se había roto el condón, pero que por el disfrute no se percató.
Desde entonces Jacinto pasó a ser Jacinto, el “condón roto”.
¿Y el hijo? El hijo cargó por mucho tiempo el mote de “El hijo del condón roto”

Y ni que decir queda de las relaciones filiales que son marcadas por experiencias vivas y vividas que dejan sin lugar dudas marcadas una relación de hermanos.
Don Onofre había vivido sus días de Juventud con sus iguales y recorriendo las calles de Sopocachi.
Entre sus desenfados, pillerías y desenfrenos había logrado consolidar un perfil único: cintura de pescado, pues era un ávido comensal. Esto llevó a que sus amigos lo apodaran “El Huevo”.
En realidad, el apodo dejó de ser molestoso y pasó, con cierta picardía, a ser parte de la identidad de don Onofre.
El fastidio en realidad cayo en su hermano menor, quién vivió siempre bajo la sombra del hermano mayor, como eran parecidos y su nombre era simplemente largo: Juan de Dios Justo Bautista, los amigos de “El Huevo”  llamaban al hermano menor  EL “Huevo Izquierdo”.
Lo que si es cierto es que el cerebro humano, esa partecita que desarrolla los procesos del humor esta siempre atento y es bastante mordaz. Por lo mismo es bastante movedizo y modifica las “chapas” asignadas.
Nelson vivió corriendo al grito de Nelzoncito, así le llamaban la madre y los amigos, pero pronto, yendo a la escuela y al quitarse el pantalón para las clases se educación física sus amigos se percataron de su piel blanca y, mientras en la casa y el barrio era Nelzoncito, en la escuela era “El Leches”.
Pero como la vida avanza y los amigos cambian, Nelson creció y al licenciarse del cuartel le permitieron sus padres su primer trago, y le cayó tan mal que para justificarse arguyó que el aire le había cortado, desde entonces El Leches paso a ser leche cortada o, con cariño, El Yogurt.
Pero su historia no quedó ahí, ya cursando la universidad asistió a una parrillada donde, luego de la comilona contó que estaba empachado, y haciendo gracia de su apodo dijo que estaba empachado como queso, pero como además bebieron mucho, desde entonces arrastra el mote de “Queso curao”
Así es hablar de cómo vivimos, y si hablamos de vivir no hay papel que aguante ni tinta que alcance, por lo mismo la “Chapa" es una zaga que debería contar con varios capítulos.

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