martes, 21 de abril de 2020

El miedo en las guerras



Que venzamos el miedo, que vivamos sin su permiso,
sin sus normas y sin su hegemonía. Esa es la cuestión.” 
salvador López Arnal



Las calacas tienen un no sé qué, pero lo tienen. Eso qué  te pone a temblar solo con verlas. Las cuencas de sus ojos ausentes y su sonrisa desdentada, pero eterna parecen hacer burla de las reacciones que provocan. Eso que produce una reacción nerviosa en el cuerpo que se llama miedo.
El miedo es la reacción natural a lo desconocido, pero ¿qué clase de miedo es tan brutal que puede movilizar o inmovilizar a naciones enteras? No hay duda que es el miedo político.
A lo largo de la historia, la moral combativa ha sido una cuestión militar de vital importancia para los más destacados estrategas y líderes militares, por lo tanto la labor de elevarla en los combatientes propios y reducirla en la de los enemigos es una tarea ineludible en la estrategia de guerra.
En ese marco se ha desarrollado una amplia teoría sobre la denominada guerra psicológica. Los militares han desarrollado entre sus manuales de guerra las denominadas operaciones psicológicas desarrolladas para sembrar el miedo entre grupos sociales y movimientos políticos contrarios al modelo dominante de construcción económica y política. Aaron Delwiche plantea que  cuando un propagandista previene a los miembros de su audiencia que un desastre sobrevendrá si no siguen  un particular curso de acción, está usando una técnica de terror[1], está sembrando el miedo y el miedo es la peor arma, contrae el alma e inmoviliza el cuerpo.
Está claro, entonces, que el terrorismo es un tipo especial de violencia, que no es lo mismo que un asesinato vulgar y silvestre, que es un acto consciente y planificado de intimidación. Pero tampoco es lo mismo una amenaza individual que una acción de intimidación colectiva, o un asesinato por venganza que un crimen colectivo o sabotaje con objetivos políticos.
En resumidas cuentas las operaciones psicológicas desarrolladas por el Pentágono, como las emisiones de radio Martí desde Miami hacia territorio cubano, enmarcan perfectamente en un tipo de violencia destinado a sembrar terror para debilitar fuerzas enemigas.
El terrorismo ha sido utilizado como argumento para desarrollar actividades bélicas, intromisión en los asuntos internos de los Estados y países, hasta invasiones como los perpetrados por el imperio yanqui en Panamá, Een Irak, Libia, Afganistán o las constantes operaciones militares del ejército israelí en los territorios de Palestina, hasta llegar a presenciar las acciones de la oposición política en Venezuela, Brasil o las actividades históricamente entreguistas, antinacionales y abiertamente traidoras  de la derecha reaccionaria de nuestra Bolivia.
Pero, a partir de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, la campaña mediática impulsada por los Estados Unidos y los Estados imperialistas de Europa han etiquetado a varias organizaciones políticas y varios países en el mundo con el mote de “terroristas”, y han impuesto la consigna de que todos los Estados deben  desplegar acciones pertinentes para liberar al mundo de los “malvados” y de que el terrorismo (particularmente el terrorismo internacional respaldado por algunos estados) es una plaga incubada y diseminada por los enemigos de la propia humanidad.
 En esa maraña propagandística, que llama a la acción generalmente violenta, el Pentágono ha definido el terrorismo como el uso calculado de la violencia o la amenaza de emplearla para alcanzar fines de naturaleza política, religiosa o ideológica […] mediante la intimidación, la coerción o la inoculación del miedo.”[2]
Entendiendo esta definición, con todas sus limitaciones e intencionalidades prejuiciosas, nos queda la duda razonable sobre si las acciones violentas de las oposición venezolana, la campaña propagandística de los medios que ha apuntalado la destitución “leguleya” del gobierno de Dillma Roussef en Brasil y  las declaraciones agoreras de la derecha boliviana, parapetados en medios de comunicación, tienen componentes terroristas o no; y si lo tienen como debe ser la respuesta a estas.




[1] Delwiche, Aaron. Propaganda. http.//Carmen.artsci.washington.edu./propagandacontents.htm.
[2]  US Armi Operational Concept for Terrorism Counteraction. TRADOC Pamphlet núm. 525 – 37. 1984

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