A los lobos de la
poesía
A los expoliadores del
arte
A nosotros… por
nosotros
A veces sucede que
algún mediocre por accidente cae en el sitio de los ganadores y no encuentra
otra forma de justificarse que con el trillado y romanticón discurso de "yo soñaba de niño" o "yo de niño quería
ser".
Yo, en cambio, cuando era niño no soñaba con ser
médico, nunca soñé con ser abogado, ni pensaba en aviones, ni alucinaba con
autos último modelo, y, peor aún, no pensé en acumular dinero como forma de
alcanzar la felicidad; yo salía de casa todos los días con la sola ilusión de
que las horas del día me alcancen para los juegos que inventaba para cada
jornada, mis ojos brillaban al construir carritos con latas de leche y sardina,
y correteaba a la orilla del canal de aguas servidas para evitar que mis barquitos
construidos con madera desechable naufraguen.
Yo soñaba con juegos de enmascarados, pero no
solitarios en el llano, sino sociables y colectivos en un mundo de ilusiones,
yo deseaba volver a tiempo de mis viajes por el mundo de aventuras y
fantasías… yo soñaba.
Ahora estoy aquí, golpeteando este teclado viejo,
recordando que era feliz cuando mi madre repartía el pan de pulpería logrando
que cinco panes alcanzara para ocho hijos, pensando que hubiera sido de mi si
la policía no me hubiera enjaulado por decir lo que pienso... yo solo soñaba
con vivir... ahora estoy aquí escribiendo....
Yo no tengo libros de cabecera, tengo sueños de
gigantes, yo no soy fanático de ningún cantante, yo escucho la música que trae
el viento y refresca el rio, yo no sueño con paraísos perdidos ni paisajes
romanticones, yo vivo en la selva de cemento con titanes de barro cocidos al
sol, yo no tengo un amor eterno, porque
lo eterno no existe... salvo la lucha por la libertad…
POST FACTUM:
Es difícil pensar en
lo que somos o lo que no somos, y tener seguridad de lo que nunca seremos
cultivando la vocación de lo que queremos ser.
Hoy, después de años de caminar junto a
las gentes del pueblo, de gritar en las marchas, de sudar junto a los
trabajadores, hemos dicho que es preciso poner la tinta en nuestra pluma, que
no es otra cosa que un arma de lucha, para cabalgar en el horizonte que nos
impulsa a hacer huella en la búsqueda de alcanzarlo.
En este solar del Ojo Tuerto, sentimos
la hermosura de la humildad, lo que nos concede una confiabilidad vivificante, hermosamente
humilde y confiable, para sentarnos entre los demás, para pensar, y decir lo
que pensamos; en todo caso escribirlo, porque no es bueno pararse en el puente
pretendiéndose inmutables ante la corriente (o los remolinos), puesto que es
más puro y jubiloso estarse siempre en movimiento y galopar al ritmo del
corazón de nuestra comunidad.
Debemos
aclarar una cosa: nos han preguntado sobre nuestros principios y nuestros objetivos;
nos han interrogado para ver el color de tinta con la que escribimos, y hemos
respondido que nuestros principios son los de la vida, que nuestros objetivos
son lograr una vida digna y equitativa. Por último, recuperamos una frase de
José Carlos Mariategui quien recalca: “otra vez
repito que no soy un crítico imparcial y objetivo. Mis juicios se nutren de mis
sentimientos, de mis pasiones... Estoy lo más lejos posible de la técnica
profesoral y del espíritu universitario”.
Pero
también compartimos una frase magistralmente revulsiva, y esparcida al viento
por Hanna Arendt y que nos gusta recordar:
“no hay pensamientos peligrosos; el pensamiento es peligroso”, porque en
las encrucijadas plagadas de emboscadas hemos entendido que nuestra idea es
viva, solo por eso entendemos la necesidad de algunas bestias de encajarnos sus
colmillos.
Así
pues, como dijera el sub Comandante Marcos, aquel mítico pasamontañas de la
selva Lacandona, “bienvenidos a la pesadilla”. Aquí caminaremos por el arte, la
literatura la música, la política y otros placeres
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